Saludos desde el país de tierras y gentes extremeñas


Bien llegáuh a Ehtremúra
Bienvenidos a Extremadura
Bem vindos à Estremadura

viernes, 18 de noviembre de 2011

Artículo de José L. Martín Galindo publicado en el núm. 25 (primavera-2009) de la revista "piedras con raíces"




 LOS ORÍGENES Y LA EXTENSIÓN ACTUAL DEL CHOZO EN EXTREMADURA. Comentarios al ensayo de Antonio García Bellido, Sobre la extensión actual de la casa redonda en la Península Ibérica (1967).
JOSÉ LUIS MARTÍN GALINDO


Introducción
L
as construcciones de planta circular, paredes de piedra en seco y cerradas por falsa cúpula o con cubierta vegetal, tuvieron sus orígenes en los albores de la Humanidad. El hombre primitivo de las cavernas adquirió el hábito de instalar el fuego en un punto fijo de la entrada y descubrió que se conservaba mejor disponiendo piedras a su alrededor, colocando piedras planas unas sobre otras hasta formar una pequeña pared. Y posiblemente es en los primitivos pobladores de las cavernas donde habría que encontrar el origen de la técnica de la piedra seca.
Los primeros recolectores y cazadores se establecían temporalmente en territorios ricos en frutos y caza donde no siempre existían cuevas, cavernas o quebradas en las que se pudiese acomodar una morada. Por ello se vieron en la necesidad de construir cobijos; y, quizá uno de los primeros fue de planta circular y paredes de piedra seca cubierto con ramas, o mediante otro sistema de cubrición: disponiendo la superposición de piedras de modo que a partir de una altura el espacio fuese cada vez más estrecho, formándose así sobre la estructura basamental una bóveda que es el tipo de cubierta de los actuales chozos, denominada «falsa cúpula».
La arqueología informa de que la falsa cúpula ya existía en la cubrición de espacios circulares y poligonales en el quinto milenio antes de Cristo; así en el área de Mesopotamia, en excavaciones realizadas, se han encontrado cubiertas de este tipo en casas de algunos poblados como los de Arpasiyya y Tell Alaf. Las casas de Arpasiyya son de piedra, tienen planta circular de gran diámetro, de 8 a 10 metros, cubiertas según el procedimiento de falsa cúpula con forma de ojiva y tienen una especie de atrio rectangular delante. De la misma época son las viviendas de Khirotitia, Chipre, donde se encontró un poblado con restos de 48 cabañas, adosadas unas a otras, de planta circular y falsa cúpula, construidas con piedra y arcilla.[1]
En Europa occidental, la falsa cúpula aparece unida a un importante fenómeno cultural: el Megalitismo, que se manifiesta fundamentalmente en la construcción de grandes sepulturas colectivas desde finales del quinto milenio. La difusión del Megalistismo comprende la fachada atlántica y algunas áreas mediterráneas, destacando dos grandes focos megalíticos: Bretaña y Portugal, que son considerados como probables lugares de origen del Megalitismo europeo. [2]
En algunas islas del Mediterráneo florecieron culturas que construyeron monumentos megalíticos, en los que a veces se usaron falsas cúpulas para su cubrición. Así en Mallorca y Menorca, a mediados del segundo milenio, apareció una cultura del Bronce que levantó extensos poblados amurallados con torres defensivas de planta circular, conocidas como “talayotes”. Igualmente las “nuragas” o “nuraghes” de la isla de Cerdeña que datan aproximadamente del primer milenio antes de Cristo, son auténticos monumentos en piedra seca. Eran construcciones troncocónicas con muros ciclópeos y cubierta en terraza. El término “nuraghe” contiene la raíz 'nur-', «montón», procedente del antiguo sardo. Para estas construcciones no se escatimaba piedra, además los arquitectos sardos pensaban que una bóveda sería tanto más sólida cuanto más numerosas fueran las piedras empleadas[3].
Posteriormente, a los inicios de la Edad del Hierro, alrededor del siglo IX a.C., se produce el comienzo de la denominada cultura castreña galaico-portuguesa del NO peninsular. Se distinguen dos etapas, el Periodo Castreño  Inicial (desde el s. IX hasta el s. V a.C.) y el Periodo Castreño Pleno (s. V a.C. hasta el s. I d.C.). La cultura castreña desarrolla una tipología constructiva cuya habitación es de planta circular, aunque en la primera etapa las construcciones fueron, fundamentalmente realizadas con materiales perecederos. Será en la segunda etapa cuando aparecen transformaciones sustanciales en los poblados, como la utilización de la piedra para la construcción de murallas y viviendas.
Ramón Menéndez Pidal y Luis García Pericot describen, detalladamente, las habitaciones de los castros del NO peninsular:
Las más típicas viviendas de los castros y citanias del Noroeste son las famosas construcciones en piedra, circulares, ovaladas o simplemente redondeadas. Son éstas las mejor conocidas de la cultura castreña. Numerosas excavaciones desde el pasado siglo –y el hecho de que se hayan conservado bien visible en algunos castros- permite hacer en las mismas un detallado estudio. Destacan por su importancia, en primer lugar, los materiales utilizados para su construcción, en los que hallaremos una diferencia grande según se extiendan los castros en los territorios graníticos (la mayor parte del área de dicha cultura) o por los territorios pizarrosos, en particular en su zona norteoriental (asturiana). En los primeros, el granito será el material constante y determinará en algunos especiales tipos de aparejo. (...) El grosor de las paredes de las viviendas es variable, pero por lo común oscila entre 0,40 y 0,60 metros. (...) La piedra se utilizará indistintamente en seco, como en Troña, o tomada con barro. También se hace uso de pequeñas piedras para acuñar las mayores”[4]

Castro de Terroso da Póvoa 
Castro de Santa Tecla                                                                                   

Vivienda reconstruida en el castro de Santa Tecla

“Al norte del Duero se haya el grupo de los castros galaico-portugueses, los más numerosos y característicos. Pueden ser de grandes dimensiones y en ellos las habitaciones son de preferencias circulares, en algunos casos ovaladas o rectangulares con ángulos redondeados, con su puerta dintelada, y a menudo con un vestíbulo semicircular y estrecho ante la puerta de la habitación. Los muros de las habitaciones tienen un aparejo tosco, de pequeñas losas, muy bien dispuestas y ajustadas, formando una pared de poco espesor, pero muy sólida. En muchos castros (como en los de Briteiros y Santa Tecla) se disponen hiladas helicoidales. Las cámaras eran cubiertas en unos casos por un techo de ramaje sostenido acaso por un poste central, y en otros casos se cerraron por el procedimiento de falsa bóvedas”[5].

Por ello, los orígenes tipológicos de las actuales cabañas redondas, de los chozos, hay que buscarlos en las viviendas de la Edad del Bronce y del Hierro, miles de años atrás. En este sentido, el profesor de arquitectura de la Universidad de Liubliana (Eslovenia), Borut Juvanec, refiriéndose a los orígenes de las actuales construcciones rurales de piedra seca, plantea: “Los comienzos se remontan a algunos miles de años atrás en la prehistoria, de donde conocemos los megalitos que son grandes piedras colocadas en forma individual o en hileras, en forma de muro o formando un abrigo. Un menhir, piedra imponente, todavía no es arquitectura a pesar de haber sido especialmente configurado. Con la introducción del saledizo la utilidad aumenta, el «corbeling» significa el comienzo de la construcción de un espacio cerrado. La construcción del «corbeling», o sobreposición, en la que cada siguiente hilada de piedras sobresale de la anterior crea en realidad una superficie, lo que se verifica en el corte transversal. Teóricamente sería posible construir una bóveda de cañón.”[6] 
 
Sobre los orígenes de los chozos extremeños
Al principio plantaron horcones, y entrelazándolos con ramas, levantaron paredes que cubrieron con barro; otros edificaron con terrones y césped seco sobre los que colocaron maderos crudos, cubriendo todo ello con cañas y ramas secas para resguardarse de las lluvias y del calor; pero para que semejantes techumbres pudieran resistir las lluvias invernales, las remataban en punta y las cubrían con barro para que a merced de los techos inclinados resbalase el agua. Podemos explicarnos que esto pasó así en sus orígenes, como hemos dicho, porque hoy mismo lo vemos en algunas naciones, como en Galia, en Hispania, en Lusitania y en Aquitania, cuyos edificios aún se siguen cubriendo con chillas y bálagos.”
(VITRUBIO, " La vivienda en Lusitania", De Arquitectura, Lib. II; Cap.1)
 

C
uando Vitrubio escribió su tratado de Arquitectura allá por el s. I a.C. aventurando el origen de las viviendas pastoriles, se encontraba lejos de imaginar que dos mil años antes en Lusitania, en Extremadura,  ya existía un módulo de estas construcciones perfectamente consolidado, que perduraría, sin apenas variaciones hasta el presente siglo.
Excavaciones arqueológicas en diversas partes de Extremadura, como las efectuadas en el yacimiento arqueológico Cabrerizas (La Cumbre, Cáceres) han venido a demostrar, no sólo el aserto de Vitrubio, que por otra parte se hallaba perfectamente constatado, sino que en Extremadura, hacia finales del III milenio a.C. se había introducido un tipo de construcción a la que puede considerarse como la verdadera precursora de la vivienda agro-pastoril en su acepción constructiva más clásica: el chozo.
El hallazgo arqueológico en el término de La Cumbre, una localidad de la comarca de Trujillo donde, Antonio González Cordero, Jesús Castillo Castillo y Miguel Hernández López, llevaron a cabo una serie de trabajos de excavación entre 1985 y 1990 que tenían como objetivo definir el tipo de poblamiento de la prehistoria reciente cacereña[7]. Dicho proyecto que comenzó en el Cerro de la Horca de Plasenzuela, se extendió mediante sondeos a una serie de poblados instalados en el borde del gran berrocal granítico que aflora en esta parte de la penillanura trujillano-cacereña, arrojando un balance muy favorable para la comprensión de un largo segmento de la prehistoria, pues se pudo engarzar una secuencia ocupacional desde el 3000 al 1500 a.C., es decir desde el Neolítico a la etapa al final de la Edad del Cobre. Es en esa secuencia donde aparecen poblados, fortificaciones y todo tipo de estructuras como la cabaña de Cabrerizas, que aparte de proporcionar la información más completa sobre la arquitectura doméstica y la organización interna de una vivienda de la Edad del Cobre, constituye de momento la primera aproximación cierta a un modelo de vivienda, que es el paradigma de la solución habitacional en los ambientes agro-pastoriles de Extremadura.


               
Recreación experimental de la cabaña de Cabrerizas y esquema de posible solución estructural.
 
 
Perspectiva de la cabaña de Cabrerizas con la localización de espacios.
 
 
Consta ésta de un muro de cerramiento y alzado de una cabaña que describe una trayectoria completamente circular. La anchura del muro mide unos 70 cm. Por término medio, su diámetro exterior 5,30 m. y el interior de 4,60 m., cerrando una superficie de 16, 61 m2. Todo el cercado fue construido utilizando un aparejo irregular de granito levantado a doble hilada, con piedras de mayor tamaño en la base, con sus caras regularizadas tanto interior como al exterior de la cabaña, mientras el núcleo se rellena con otras piedras más pequeñas o con barro. De la techumbre no quedan restos, pero es casi seguro que se trató de una cubierta cónica apoyada en un poste central, del que quedan como testigos las piedras que sirvieron de calzo en el eje de la construcción.[8]
Las plantas conocidas de las construcciones domésticas de los poblados extremeños en la Edad del Bronce responden a una tipología bastante común a las que hay establecidas en otros territorios de la Península y que se resumen en dos estructuras concretas: las de aspecto más consistente, construidas con paredes de mampostería en seco o trabadas con barro y las que se levantan con elementos pobres, rollizos de madera y otras materias vegetales perecederas. A las primeras habría que otorgarles según Martín y Camalich el rango de casas de piedra en función de esa estructura más desarrollada y a las segundas construidas exclusivamente con materias vegetales el de cabañas[9].
Un referente, claro y espectacular, de las primeras es la cabaña de Cabrerizas, un espacio modélico en absoluto original, pero que responde a las necesidades básicas de una familia de tipo nuclear cuya duración en el tiempo fue inversamente proporcional a la capacidad de agregación para otras dependencias. No son exclusivas de un periodo determinado ni de un área geográfica concreta, pues su duración etnográficamente comprobada, constituye la expresión más vigorosa de la forma de vida pastoril.
Otras excavaciones arqueológicas en territorio extremeño informan de la existencia de estas viviendas de planta circular durante la Edad del Bronce, como es el caso de las cabañas del poblado de Castrejón (Plasenzuela, Cáceres). O la cabaña de 6 m. de diámetro, excavada en Palacio Quemado (Alange, Badajoz)[10] y otra enclavada en el poblado fortificado de San Blas en Cheles (Badajoz)[11]. Igualmente en las excavaciones de El Risco (Sierra de Fuentes, Cáceres)[12]  se descubrió un poblado que responde al prototipo de castro indígena de la época con cabañas de planta circular u oval, o el poblado de La Quebrada (al lado del arroyo La Herrumbrosa) en el término de Montánchez (Cáceres) donde el modelo de vivienda de planta circular fue la hallada.  Lo mismo que en el poblado de Cerro Capote (Higuera la Real, Badajoz).  

Afloramientos de los cercos redondos de las cabañas del castro Capote.



Planta de una vivienda en las excavaciones del poblado fortificado de San Blas (Cheles, Badajoz)

P
ero es durante el Hierro Pleno, a partir del siglo IV a. C., cuando  el área luso-extremeña de la cuenca del Tajo, conoce la consolidación de la sociedad castreña, según el siguiente mapa de Ana Mª. Martín Bravo[13].


Mapa de distribución de los castros ocupados en la transición del Hierro Inicial al Pleno () y durante el Hierro Pleno (˜).

La citada autora estudia alrededor de 50 castros de Alta Extremadura: El Castillejo, Aldeanueva de la Vera (40º 07’ 30’’ N. y 5º 41’ 30’’ W. Greenwich, Hoja 599 I.G.N.); Villavieja, Casas del Castañar (40º 04’ N. y 5º 57’ 52’’ W. Greenwich, Hoja 598 I.G.N.); El Camocho, Malpartida de Plasencia (40º 03’ 05’’ N. y 5º 58’ 35’’ W. Greenwich, Hoja 598 I.G.N.); El Berrocalillo, Plasencia (40º 03’ 45´´ N. y 6º 06’ 22’’ W. Greenwich, Hoja 598 I.G.N.); La Muralla de Salvaleón, Valverde del Fresno (40º 06’ 20’’ N. y 6º 56’ W. Greenwich, Hoja 595 I.G.N.); Castillo de las Moreras, Zarza la Mayor (39º 59’ 15’’ N. y 6º 51’ 50’’ W. Greenwich, Hoja 620 I.G.N.); El Zamarril, Portaje (39º 56’ 30’’ N. y 6º 37’ 16’’ W. Greenwich, Hoja 621 I.G.N.); Morros de la Novillada, Alcántara (39º 41’ 15’’ N. y 6º 57’ 25’’ W. Greenwich, Hoja 648 I.G.N.); El Cofre, Valencia de Alcántara (39º 34’ 30’’ N. y 7º 27’ 30’’ W. Greenwich, Hoja 676  I.G.N.); Los Castelos, Herrera de Alcántara (39º 34’ 30’’ N. y 7º 27’ 30’’ W. Greenwich, Hoja 675 I.G.N.); El Aljibe, Aliseda (39º 25’ N. y 6º 42’ 10’’ W. Greenwich, Hoja 703 I.G.N.); El Castillejo de Sansueña, Cáceres (39º 27’ 50’’ N. y 6º 41’ W. Greenwich, Hoja 703 I.G.N.); etc.

Veamos algunos de los castros del Hierro Pleno. 

El castro de La Coraja, Aldeacentenera (39º 36’ N. y 5º 40’ 40’ W. Greenwich, Hoja 680 I.G.N.). El castro está situado en la parte alta de la sierra, en un lugar de fácil defensa y con un buen abastecimiento de agua, ya que se encuentra en las proximidades del río Almonte y el arroyo el Moro. En el poblado habitaban entre 400 y 500 personas. El castro de La Coraja fue el primer yacimiento celta excavado en Extremadura, en el término municipal de la localidad cacereña de Aldeacentenera. El Departamento de Historia Antigua de la Universidad de Extremadura inició las obras de excavación en 1984 con el objetivo de realizar estudios más exhaustivos sobre la historia de los castros celtas en la región. La cronología de este asentamiento vetton (considerado por los arqueólogos como uno de los más importantes por su tipología urbanística, religión, armamento y cultura común) data del siglo V a. C. hasta el siglo I d. C., momento en el que fue abandonado por el cambio de orientación económica de la zona.

                                                                           Vista aérea de la ubicación de La Coraja.
La Coraja está rodeada por un recinto amurallado, uno exterior que bordea el castro y otro interior, de menores dimensiones que se construyó para proteger la acrópolis del poblado. Su extensión puede oscilar entre las dos y las cuatro hectáreas. Las primeras excavaciones se realizaron precisamente en la acrópolis. Las cabañas eran de planta rectangular y circular; se realizaban con un zócalo de pizarra, adobe de barro y techumbre de paja.

 El castro de La Burra (39º 39’ 55’’ N. y 5º 58’ 25’’ W. Greenwich, Hoja 679 I.G.N.), situado en la margen derecha del río Almonte en el término municipal de Torrejón El Rubio (Cáceres), un poblado amurallado donde las habitaciones eran principalmente de planta circular.

Restos de la muralla del castro La Burra.


    Paredes de piedra de una cabaña de planta circular que fue restaurada y reutilizada su base originaria en tiempos contemporáneos. En    los alrededores se observan a  flor de tierra otros cercos de piedra de primitivas cabañas.

El poblado de La  Burra pertenece a la II Edad del Hierro. Este yacimiento presenta patrones de asentamiento característicos de este periodo, así, está situado en un lugar estratégico y defendido además por una o varias líneas de murallas reforzadas, a su vez, por una serie de bastiones o torres macizas. Estos poblados conocen su máximo desarrollo desde mediados del s. IV a. C. hasta la época imperial romana.

El poblado de Azuquén de la Villeta, término municipal de Monroy, provincia de Cáceres  (40º 36’ 35’’ N. y 6º 05’ 55’’ W. Greenwich, Hoja 769 I.G.N.) El espectacular recinto está situado en el interfluvio o espigón fluvial que dibuja el río Tozo, al desembocar en el Almonte, rodeado de grandes escarpes por tres de sus flancos. A pesar de su invulnerabilidad, los castreños levantaron una imponente muralla que rodea todo el poblado, defensa que fue reedificada, posteriormente, en época bajoimperial y medieval (posiblemente en el siglo X, en plena época califal). De esta última etapa podrían ser los lienzos construidos con hiladas de pizarra dispuestas en forma de espina de pez. 
Esquema topográfico de las murallas del Azuquén de la Villeta[14]

Torreón y muralla del poblado del Azuquén.

Restos de una cabaña de planta circular en el poblado del Azuquén.

En el flanco no limitado por cauces fluviales y de accesos al castro, queda de la Edad del Hierro, además de la muralla, un amplio y profundo foso para su mejor defensa.  Frente a su puerta principal se localiza la necrópolis, con enterramientos  que van desde la Edad del Hierro hasta la Edad Media.  En el interior del recinto se pueden encontrar fragmentos de cerámica  fabricada a mano y a torno de épocas prerromanas, romana republicana, bajoimperial y también medieval. 

O el castro El Raso, del siglo V a. de C., que, aunque en el término de Candeleda (Ávila),  se encuentra muy cerca de la localidad extremeña de Madrigal de la Vera y tiene cabañas de planta rectangular y circular.
Vista aérea del castro El Raso.                                                        


 Reconstrucción ideal  de una vivienda de planta rectangular del castro El Raso.

Concluyendo…
A
unque de la Edad del Hierro, sobre todo de la etapa castreña, es la región galaico-portuguesa y cantábrica, la más conocida por el modelo circular de habitación, es quizá lo que ha contribuido a extender la creencia de que la estructura de los chozos actuales de Extremadura era una importación del Norte peninsular por una especie de contaminación cultural tardía o porque tras la conquista cristiana, en los siglos XII y XIII,  este territorio fue colonizado con población del N. peninsular, oriunda del área castreña, trayendo consigo sus formas tradicionales de vida y con ellas el modelo constructivo de la vivienda redonda, como veremos a continuación en el estudio de García Bellido.
En el anterior sentido, Eduardo Navarro Pallares, considera que la semejanza y relación entre las pallazas asturianas y los chozos extremeños podría deberse a la transmisión cultural de los “vaqueiros de alzada” en su trashumancia a tierras extremeñas (transportando ideas y términos lingüísticos del bable, además de modelos de arquitectura) o bien producirse por similitud de circunstancias, es decir, que edificaciones como estas pueden tener soluciones semejantes allí donde existe pastoreo, trashumancia, materiales parecidos, etc.[15]
En torno a las diversas hipótesis sobre los orígenes del chozo extremeño, considero que, en base a los registros arqueológicos y a su gran extensión actual a lo largo y ancho del territorio de esta Comunidad Autónoma, es un modelo arquitectónico autóctono, una tradición cultural que ha perdurado en Extremadura a través de los siglos, como ocurrió en el NO peninsular. Sin que por ello excluya la simultaneidad o el posible impulso del modelo de vivienda redonda con la llegada, en la Edad Media, de hipotéticos repobladores de Norte peninsular.
Pero de cualquier manera, el origen y permanencia en el tiempo de estas edificaciones, que se hayan continuado construyendo desde épocas prerromanas hasta nuestros días con los mismos materiales y con la misma técnica que emplearon hace miles de años, plantea problemas teóricos de cierta dificultad para su comprensión y explicación.

Comentario a las hipótesis de Antonio García Bellido sobre los orígenes de los chozos
E
n el ensayo Sobre la extensión actual de la casa redonda en la Península Ibérica[16], García Bellido pregunta si las actuales cabañas agropastoriles de planta circular de la Península Ibérica son pervivencias de la habitación celta de los castros del NO peninsular, respondiendo de forma afirmativa.
Estoy de acuerdo con García Bellido en que el modelo de la casa redonda actual es una forma cultural primitiva y prerromana que ha logrado supervivir hasta nuestros días. Pero estoy en desacuerdo con la afirmación de que “la cultura de la casa redonda fue corriéndose desde el astur, galaico y portugués (asiento de los castros primitivos) por todo el Occidente de la Península hasta su extremo SO. La arqueología nos informa de que en Extremadura, como hemos visto anteriormente, en la Edad del Bronce, unos dos milenios a.C., ya existían poblamientos con habitaciones de planta circular; es decir, casi dos mil años antes que el inicio del periodo castreño del NO peninsular, que lo datan entre el s. VII y el V a.C.
El prestigioso arqueólogo se hace otra pregunta, ¿son autóctonas o importadas del N., las casas redondas situadas al S. del Miño? Responde que el área de propagación de la habitación redonda supera con mucho los límites que hasta hace poco se le suponían. Que lejos de reducirse al N. de Portugal, Galicia y el Occidente de Asturias, se extendió hasta el interior de Casilla y León y a lo largo de la faja cantábrica. Ello justificaría la continuidad del fenómeno cultural a través de veinte siglos  en Cebrero, Tormaleo, El Bierzo y Ancares.
Y continuando su discurso se pregunta, “pero ¿cómo explicarse estas construcciones redondas en Extremadura, el Alentejo y el Algarbe?”. Dando el mismo la explicación: “un posible corrimiento de población norteña, oriunda del área castreña, que, al iniciarse la Reconquistar, vendría a repoblar estas zonas occidentales de la Península, llevando consigo y con sus ganados sus formas tradicionales de vida y con ellas sus casas redondas pajizas”.
Pero García Bellido, deja una puerta abierta para modificar su hipótesis en el futuro cuando concluye: “Por otra parte, si la fortuna nos deparara un día la sorpresa de hallar un castro primitivo con casas redondas en estas regiones al S. del Tajo o del Guadiana, la duda quedaría resuelta a favor no de una transculturación, sino de una perduración in situ, a través de los siglos, como ocurrió en el ángulo NO. de la Península”.
Cuando publicó este estudio, en 1967, no existían los registros arqueológicos (cosa que hoy disponemos) que informaran de que en Extremadura, desde la Edad del Bronce, la mayoría de los poblados prerromanos tenían como modelo la habitación de planta circular. De haber sido así, García Bellido, no hubiera dudado en afirmar que los chozos extremeños son autóctonos, que son el resultado de una tradición cultural milenaria que de forma inexplicable ha supervivido hasta nuestros días.

La extensión actual del chozo en Extremadura
L
a arquitectura tradicional es el testimonio material construido vinculado a un lugar, un pueblo y una tradición, que pretenden definir la identidad de un territorio y sus factores de diferenciación cultural. En definitiva, la arquitectura tradicional de un territorio es fiel testigo de la cultura y herencia de un pueblo.
La arquitectura tradicional ha sido una respuesta a las necesidades físicas y espirituales de un colectivo, de una comunidad, creando unos modelos arquitectónicos originales en razón de su experiencia histórico-cultural y por las adaptaciones ecológicas propias de cada territorio. Y uno de los modelos más singulares de la arquitectura tradicional de Extremadura es el chozo, al ser un excelente ejemplo de adaptación arquitectónica al medio natural, en el que no desentona ni por la escala ni por los materiales que fueron extraídos directamente del lugar y sufrieron pocas transformaciones para su puesta en obra.
El modelo constructivo del chozo reúne una serie de características que lo han hecho idóneo en el mundo rural: una sorprendente autonomía de ejecución capaz de dar respuesta (y con bajo coste) a las necesidades de proporcionar una habitación temporal o permanente. Por ello, el chozo, se construyó y fue utilizado de forma generalizada como habitación permanente o temporal, como albergue o refugio, como almacén o establo, en todo el territorio de la Comunidad de Extremadura.
Aproximadamente hasta el principio de la década de 1970, el chozo fue la habitación permanente o temporal de pastores, agricultores, jornaleros, gañanes, guardas, carboneros, mineros o resineros en el medio rural de la Comunidad de Extremadura. Por ello el chozo es un testimonio cultural vivo ya que forma parte de la memoria colectiva del pueblo que recuerda la funcionalidad que tuvo.
El chozo, en la actualidad, forma parte del paisaje de las tierras extremeñas, lo encontramos en la sierra y en el llano, en la dehesa y en la vega. Con diferentes nombres y pequeñas variantes arquitectónicas, el chozo existe en todas las comarcas extremeñas: “chozo”, “chozus, “chozuelo” y “choza”, en muchas localidades; “chafurdão”, en Eljas y Valverde del Fresno; “chajurdón”, en Acebo; “zajurdón”, en varias poblaciones de la Sierra de Gata; “batuca”, en la comarca de las Villuercas; “bóveda” y “garnacho”, en el Valle del Ambroz;  “bujarda”y “torruca”, en Llerena, Tentudía y otras comarcas de la Baja Extremadura; “bujío”, en los Llanos de Cáceres y en la comarca de Alcántara; “bobia”, en Garrovillas de Alconétar; “corralá”, en Torrequemada y pueblos próximos;“muru”, en Tierras de Granadilla; “torreón”, en Cañaveral, etc.
Aún en día, en 2009, quedan en pie miles de chozos en el territorio extremeño, fundamentalmente los de piedra cerrados con falsa cúpula; los construidos enteramente de materias vegetales, prácticamente han desaparecido, y los de paredes de piedra y cubierta vegetal, solo se conserva la horma o pared redonda de piedra, excepto los continúan funcionando como habitación temporal, almacén o albergue de animales.  Así por ejemplo, en San Martín de Trevejo (Cáceres) con tan solo  un término municipal de 23,82 Km2 aún se conservan 105 chozos de piedra[17], y en El Torno (Cáceres) con 22 Km2 de extensión hay 145 chozos[18]. Por ello urge que el gobierno autónomo de Extremadura aplique la Proposición no de Ley aprobada por el parlamento extremeño, el 20 de octubre de 2005, donde se insta al primero a realizar el inventario de todos los chozos del territorio de la Comunidad, así como a su declaración como bienes culturales y a su conservación mediante planes de rehabilitación y mantenimiento.
La tipología de los chozos extremeños responde en su generalidad al siguiente esquema constructivo: edificación de planta circular o redondeada, paredes de piedra levantadas de acuerdo con la técnica de “piedra seca”, de poca altura y escasos vanos, cerradas en unos casos por una falsa cúpula del mismo material que los muros,  y en otros, por una cubierta vegetal o con una techumbre de tejas. También ha existido otro tipo de chozos, los hechos enteramente de materias vegetales y podían ser fijos o móviles, pero debido a los materiales perecederos de que están hechos su prolongación en el tiempo es corta, aunque en algunas localidades se continúan fabricando para determinadas fiestas y eventos culturales. Por ello según los empleados en su construcción, distinguimos cuatro tipos:
tipo 1) hechos enteramente de materias vegetales;  tipo 2) paredes de piedra y cerrados con cubierta vegetal; tipo 3) construidos íntegramente de piedra y cerramiento con “falsa cúpula”, y  tipo 4) paredes de piedra o adobe y techumbre de teja.


Chozo tipo 1 (chozo de retama, Serradilla)                                 


Chozo tipo 2 (término municipal de Membrío) 
  Chozo tipo 3 (término municipal de San Martín de Trevejo)    


              
  Chozo tipo 4 (término municipal de Torrequemada)

En el territorio de la Comunidad de Extremadura aún son muchos los chozos que en el medio rural son utilizados como almacén de aperos y productos agrícolas o para guardar animales. Incluso en algunas zonas continúan usándose como habitación, como vivienda de agricultores o ganaderos, como ocurre en los Baldíos de Alburquerque (Badajoz).


                                                                        Chozo utilizado como establo en los Llanos de Cáceres.

Chozo-vivienda en los Baldíos de Alburquerque (Badajoz).

En otros casos, muchos chozos han sido rehabilitados  y se utilizan  como segunda vivienda, como residencia para vacaciones y fines de semana.


Chozo rehabilitado como segunda vivienda en la Finca Prescibanillo de Santiago del Campo (Cáceres).



Chozo de bálago de centeno utilizado como vivienda en Santiago de Alcántara (Cáceres)

Los chozos y el turismo rural
Somos conscientes de que la arquitectura tradicional es un recurso para el desarrollo del turismo rural y puede ser un importante yacimiento de empleo, que contribuya a frenar el éxodo de la población de los núcleos rurales. Por ello apoyamos la reutilización de las construcciones tradicionales para su explotación por el turismo, pero eso sí, que la principal preocupación de la Administración sea la preservación y el respeto al patrimonio cultural y natural existente.
Los chozos, como no podía ser de otra forma, está teniendo un fuerte tirón como polo de atracción para el turismo en el medio rural. Desde hace unos años la oferta y demanda del chozo como albergue para actividades culturales y como habitación de las empresas de hostelería, viene creciendo de forma significativa.
En unos casos, viejos chozos han sido rehabilitados como habitación dentro de la oferta de turismo rural tal como ocurre en el caso de San Jorge de Alor (Olivenza, Badajoz) o en la dehesa boyal de Torremocha (Cáceres);  así como para aulas de la naturaleza como la de Villarreal de San Carlos (Cáceres), albergues como el de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres), etc. En otros, se han construido y están construyendo lujosos complejos de turismo rural teniendo como modelo estético la figura del chozo.

Chozo de un negocio hostelero en Losar de la Vera (Cáceres).

Chozos rehabilitados para el turismo en San Jorge de Alor, Olivenza (Badajoz).

Chozo-habitación de un negocio hostelero en Moraleja (Cáceres).

Complejo turístico en el Valle del Jerte, cuyas habitaciones son chozos.

Comentario al ensayo de García Bellido
E
l ensayo de García Bellido sobre la casa redonda en la península Ibérica reconoce la importancia de Extremadura como depositaria de una tradición cultural castreña con el mantenimiento, de forma extensiva, de la habitación de planta circular en todo su territorio.
Igualmente, muy acertadamente, señala que este fenómeno se produce tanto a un lado como a otro de la raya luso-extremeña, debido que este territorio y su población aunque separado por una frontera política es el resultado de unas mismas formas de vida y cultura, de un idéntico medio natural y de poblaciones hermanas con el mismo origen étnico.
Describe los dos principales tipos de chozos que existen: «Bohíos y chafurdas suelen ser de piedra. Unas veces se cierran en falsa cúpula enlucida de barro; otras, con armadura cónica cubierta de paja o retama. Si la cabaña es grande, ayuda a sostener la armadura un poste central. Las casas cubiertas con falsa cúpula tienen paredes muy gruesas, como de un metro, lo necesario para contrarrestar el empuje que, aunque pequeño, ejerce la cúpula por aproximación de hiladas. El alto de la cúpula, medido desde el suelo, suele ser equivalente al diámetro de la choza. Algunas de estas tienen un vestíbulo o zaguán al modo de las chozas antiguas castreñas. Se entra en ellas por una puerta baja, y en su interior se abren en las paredes nichos o alacenas destinados a colocar en ellos recipientes o utensilios de todo género».
El mismo autor reconoce que su trabajo sobre las casas redondas en Extremadura es solo un breve apunte, que falta mucho por hacer: «Los casos citados, no son ni mucho menos, los únicos. Creo que una exploración sistemática de Extremadura podría documentar mejor estas reliquias de un remoto pasado ».
García Bellido habla de dos poblados o grupos de chozos, uno abandonado en la margen derecha del río Tajo, entre el puente del Cardenal y la desembocadura del Tiétar, y el otro habitado en aquellas fechas situado en la parte baja de Villarreal de San Carlos como un barrio de esta localidad cacereña. Con respecto al último, dice sorprendido, «Es curioso ver coincidir formas tan arcaicas de vida y habitación con recipientes de plástico y aparatos de radio».
El primero un poblado que surge en los años treinta a raíz del inicio de las obras de las presas de Torrejón-Tajo y Torrejón-Tiétar, poblado que sería abandonado pocos años después con el inicio de la guerra civil española. En estos chozos vivieron familias de obreros que trabajaron en la construcción de las presas. Aquí hubo alrededor de cuarenta chozos, de los que se reconstruyeron cinco, mientras que del resto tan solo se conservan los muros. Este proyecto de recuperación fue llevado a cabo por la Subdirección General de Arqueología y Etnología del Ministerio de Cultura y el ICONA entre 1981 y 1985. La mayoría de ellos se utilizaron como vivienda, pero también existe un chozo rectangular que encierra un horno de pan de grandes dimensiones que serviría para abastecer de pan a todo el poblado y varios chozos usados como gallinero y cochinera.
Y el poblado de Villarreal de San Carlos estuvo habitado hasta mediados de la década de 1970 y en la actualidad muchos de los chozos se han rehabilitados, donde se ha establecido un Aula de la Naturaleza.


Chozos rehabilitados en Villarreal de San Carlos.

Aula de la Naturaleza

En la fecha en que fue publicado el ensayo de García Bellido, 1967, en el territorio de la Comunidad de Extremadura, había miles de chozos, dispersos y agrupados, que se utilizaban como vivienda permanente o temporal por trabajadores y sus familias: pastores, carboneros, obreros agrícolas, guardas, agricultores, resineros o mineros. A modo de ejemplo, cito el poblado minero de la mina de San Roque, en el término municipal de Berzocana, pero muy cerca de Retamosa y Cabañas del Castillo, en la comarca de las Villuercas de la provincia de Cáceres. Se encontraba  al lado de la mina de San Roque, entre los ríos Berzocana y Garciaz.
El poblado se abandonó a finales de la década de 1960, cuando la mina dejó de funcionar. Las viviendas eran de planta circular, paredes de piedra y cubierta de materias vegetales. En la actualidad aún se pueden observar los restos de unos 40 chozos, las hormas o cercos de piedra.


Imagen obtenida por el sig-pac donde se ve perfectamente la ubicación de chozos en relación al resto de la mina.



Restos del poblado de chozos de la mina de San Roque.




==============================================================================================



ANEXO
Hemos considerado de interés para los lectores y lectoras reproducir el siguiente ensayo de Antonio García Bellido, publicado en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, Tomo XXIII, 1967.


==============================================================================================


Sobre la extensión actual de la casa redonda en la Península Ibérica
Actualmente la casa de planta redonda[19] sigue en uso –si bien esporádicamente, de un modo disperso y aislado- en distintas regiones del Occidente de la Península Ibérica, no solo al N. del Duero, como es creencia aún general, sino bastante más al S., llegando al Guadiana medio y bajo, y aún más allá, hasta el extremo meridional de Portugal e incluso en la provincia de Cádiz, como se verá a continuación.
A este respecto, efectivamente, se han sacado siempre a colación las casas redondas, ovales y elípticas, cubiertas de techo de colmo –las llamadas «pallazas» por ello- de las sierras de Cebrero, Ancares y Caurel en el macizo montañoso de Lugo que atalaya los límites conjuntos de esta provincia con los de Asturias y León, del SO. De Asturias (Cangas de Narcea), NO. de León (El Castro, de Piedrafita, Barjas, Palacios del Sil, Lagua, Parada Seca, Candín, etc.) y de otros islotes, como los de Tras-os-Montes y el del S. de la provincia de Orense (Las Portillas, en el límite con Zamora), incluso de La Coruña (Mellid). No vamos a analizar ahora estos interesantísimos «fósiles» de la casa castreña, pues ello se ha hecho más de una vez por competentes plumas de la etnología[20], pero si conviene remitir al lector a nuestras ilustraciones y dar las dimensiones de estas casas: el alto de las paredes suele llegar a los 2 m.: su longitud alcanza los 17 m., y su ancho máximo los 13. Su fábrica es de una mampostería gruesa. Su techo de colmo cónico. El interior está más especializado que el de las casas castreñas antiguas.
Naturalmente, el área geográfica de la casa redonda ha ido paulatinamente reduciéndose desde la antigüedad hasta nuestros días. Lo que hoy queda de ella son solamente aisladas reliquias de un pasado mucho más denso y dilatado que poco a poco, a través de los siglos, ha ido restringiéndose en número y en extensión a medida que las nuevas formas de vida, portadoras de la casa rectangular, fueron penetrando e invadiendo su geografía, para acabar por arrinconarlas en los reductos menos permeables y más hostiles a las novedades extrañas.
Así, pues, no ha de sorprender mucho que cuatro siglos antes, por ejemplo, la casa de origen castreño fuera todavía un habitáculo normal en Galicia y Asturias. Una de las cartas de Eugenio Salazar (nació en Madrid hacia 1530) describe así un pequeño casar del concejo de Tormaleo, al SO. de Asturias: «Las casas… son redondas… En dichas casas no hay sala, ni cuadra, ni retrete; toda la casa es un solo aposento redondo, como ojo de compromiso…; el hogar está en medio de esta apacible morada… Las dichas casas circulares son cubiertas de unos cimborrios de fina paja, y están rodeados, desde el exterior hasta el coronamiento, de unos rollos de bimbre…»[21]. Y de hecho aún quedan en la misma región asturiana, en los concejos de Ibias, Lena, Vallado, Llanera, Souande, Genestoso y otros, algunos testimonios parecidos[22].
Pero es el caso que, a más de este testimonio literario, tenemos otro no menos interesante, visible y tangible, en las ruinas del poblado pastoril de la sierra del Leboreiro, en el ángulo SO. de la provincia de Orense, cercano a la raya con Portugal. Este caserío llamado hoy Porcarizas, data de la Edad Media y fue abandonado poco antes de que Salazar hablara del de Tormaleo, es decir, en el siglo XVI, para dar lugar al pueblecillo cercano de A Fraga. Las ruinas de Porcarizas presentan aún 42 casas, 34  cuadradas y ocho redondas, todas construidas con piedras mampuestas en seco, de diversos tamaños y descuidadamente aparejadas. Sus paredes tienen poca altura y casi carecen de cimientos. En cuanto a las cubiertas –al no haber otros testimonios-, hubieron de ser de paja, como aún lo son las de las aldeas inmediatas. Una construcción similar no lejana de este poblado era también redonda, con paredes fabricadas con piedras largas hincadas, como en los antiguos castros. Igualmente como en algunas de las chozas de estos últimos, el suelo interior iba como medio metro más profundo que el del exterior. Las ruinas de Porcarizas, aunque son relativamente recientes, según se ha dicho, han dado ya motivo a una rica serie de leyendas por el modo de las que han surgido alrededor de todos los caseríos castreños antiguos[23].
A esta misma tradición obedece, sin duda, el curioso ejemplo de Freixo de Espada, en Cinta, Tras-os-Montes, aún vivo en nuestros días y no lejano del anterior.


Fig. 1.- Alquería de Martilandrán en las Hurdes (Cáceres)

Más al S., en la región llamada de las Hurdes, al N. de Cáceres, queda aún otro núcleo importante de viviendas arcaicas, si bien la casa de paredes rectilíneas predomina ya de un modo casi total. El régimen de vida es sumamente primitivo. Pero hay una organización urbana incipiente. La alquería de Martilandrán, cerca ya de la raya con Salamanca, es una aldea de unos 50 vecinos. Sus casas son rectangulares, aunque sus techos, son por lo general a una sola vertiente, son de pizarra y adoptan por lo común formas redondeadas. En la figura 1 puede verse bien el aspecto general del caserío. El aparejo de estas casas es de pizarra y mal hecho, tanto que no se encuentran peores en la vieja cultura castreña. No llevan revestimiento externo ni de barro ni de cal. Hay árboles en terrazas y calles, pero aislados. Madoz[24] dice esto hablando de las habitaciones de las Hurdes: «Estas alquerías se componen de varios grupos informes de casas… (que) se construyen cavando en la tierra todo su recinto interior, para elevar las paredes al exterior, tanto menos cuanto mayor es la profundidad que resulta; este recinto se cubre después con los ramos o brezos de los árboles, poniendo encima … todo sin barro ni argamasa de ninguna clase»[25].


Fig. 2.- Choza de Cabeçudos (Marvão). A la derecha su armadura. (Según Galhano y Dias)

Entre el Tajo y el Guadiana medios y a ambos lados de la frontera de Portugal y España también existen en la actualidad valiosos testimonios de la casa redonda. Dentro de la zona portuguesa, el área más densa se encuentra en las regiones de Marvão, Nisa, Crato, Portalegre, San Antonio das Areias, etc. En la comarca de Marvão, sita al S. del Tajo, y cerca de la raya fronteriza, y más concretamente en la aldea de Cabeçudos, casi todas las casas eran hasta hace solo unos decenios de planta redonda y techo cónico pajizo (fig. 2). A fines del siglo XIX, la aldea tenía solo una o dos casas rectangulares; el resto era de planta circular. La casa rectangular y el uso de la teja son aquí formas muy recientes; más, no obstante, a la hora actual pervive todavía allí la casa con todas sus características anejas, incluso el vestíbulo y el techo vegetal cónico. Hoy se cuentan en Cabeçudos más de veinte casas de planta circular, y, de ellas cuatro están habitadas por familias que las ocupan de día, pero no duermen en ellas;  otras dos son habitadas día y noche. El diámetro mayor medio de estas casas es de 4,90 m. Las paredes son de mampostería de granito en seco de unos 50 cm. de grosor y van sin revocar. Su altura oscila entre 1,30 y 1,50 m. El techo se afianza con un palo vertical central, a cuyos pies está el hogar. La semejanza de estas chozas con las castreñas es asombrosa, salvo acaso en las alturas de las paredes, aquí, como en las Hurdes, más bajas[26].  
En esta mismo región que ocupa la Mesopotamia Tajo-Duero, tanto en la parte española como portuguesa existen aún en vida activa existen unas construcciones aisladas, de pastores, a veces de cierta complejidad, que en Cáceres llaman «bohíos» y en Portugal «chafurdões» (de chafurda = zahúrda). Son unas y otras, las portuguesas y españolas, construcciones idénticas que obedecen a formas de vida iguales. El río Sever, afluente del Tajo por la izquierda, atraviesa esta región hispano-portuguesa, sirviéndole de eje.


Fig. 3.- El bohío de Puente Catano, cerca de Valencia de Alcántara (Cáceres).

Bohíos y chafurdas suelen ser de piedra. Unas veces cierran en falsa cúpula enlucida de barro; otras con armadura cónica cubierta de paja o retama. Si la cabaña es grande, ayuda a sostener la armadura un poste central. Las casas cubiertas con falsa cúpula tienen paredes muy gruesas, como de un metro, lo necesario para contrarresta el empuje que, aunque pequeño, ejerce la cúpula por aproximación de hiladas. El alto de la cúpula, medido desde el suelo, suele ser equivalente al diámetro de la choza. Algunas de éstas tienen un vestíbulo o zaguán al modo de las chozas antiguas castreñas. Se entra en ellas por una puerta baja, y en su interior se abren en las paredes nichos o alacenas destinadas en ellos recipientes o utensilios de todo género. Prescindo de las chozas de planta rectangular y de aquellas que muestran en su técnica constructiva claras influencias exógenas y cultas (ladrillo, cemento, teja, etc.).
En la figura 3 reproduzco el plano de uno de estos bohíos. Se trata del situado cerca de Valencia de Alcántara[27]. El nombre de tal conjunto es Puente Catano, y es visible al lado izquierdo de la carretera de Membrío a Valencia de Alcántara. Está fabricado con lajas de pizarra. El techo es una armadura cónica cubierta de rastrojo, caña de trigo, y debajo retama y escoba.  Algunas de sus construcciones son rectangulares, otras mixtas, de paredes curvas y rectas. Parte sirven de cochiqueras o gallineros, pero otras son habitaciones. Los chozos circulares aislados servían, efectivamente, de vivienda, con sus camas y objetos más elementales. En la figura 4 reproduzco un aspecto parcial de bohío que no se diferencia en nada de sus hermanos portugueses vecinos, como lo demuestra la figura 5 de Castelo de Vide y los similares de Cruz da Légua y Tapada do Loja[28].


Fig. 4.- Una de las chozas del bohío de Puente Catano.

Fig. 5.- «Chafurdão» o bohío, de Castelo Vide, con cúpula por aproximación de hiladas. (Foto suministrada por Martins Barata).

En la misma provincia de Cáceres, pero ya muy lejos del Sever, he visto dos poblados más del mismo tipo, pero más elocuentes que los bohíos o chafurdas[29]. Uno lo forman las ruinas visibles en la confluencia del Tiétar con el Tajo, lugar donde alzó un poblado de obreros empleados en la construcción de un pantano cuyas obras interrumpió nuestra pasada guerra civil. Lo forman (fig. 6) una serie de casa redondas y rectangulares, bajas, de mala mampostería y sin enlucir. Cuando se abandonaron las obras, el poblado se arruinó, quedando lo que hoy es visible. Acabada la guerra y reemprendidas las obras (ya terminadas), otro grupo de obreros adventicios, no fijos, construyó en las inmediaciones de San Carlos, no lejos, por tanto, del anterior poblado, otro caserío con casas redondas y rectangulares, que aún vive, como demuestra nuestra ilustración 7. Consta de una veintena de casas bajas, de techo cónico, cubierto de monte, o a dos vertientes si la cabaña es rectangular. Algunas tienen su pie central, y todas sus camas y muebles, pobres y elementales[30].
El área de estas construcciones parece cubrir –si bien ya de modo aislado y disperso- toda la provincia de Cáceres, llegando por el valle de Tajo hasta Navalmoral de la Mata e incluso Oropesa, esta última ya en la provincia de Toledo y a solo 150 km. de Madrid[31]. También se han señalado en la sierra de Gredos[32]. Los casos citados no son, ni mucho menos los únicos. Creo que una exploración sistemática de Extremadura podría documentar mejor estas reliquias de un remoto pasado[33].


Fig. 6.- Restos de un poblado actual de casas redondas, abandonado, sito en la confluencia del Tiétar y el Tajo (Cáceres).


Fig. 7.- Barrio actual con casas redondas y rectangulares, junto a Villarreal de San Carlos (Cáceres).

Fig. 8.- Adehuela (Cáceres). (Según K. Hielcher).

Siguiendo hacia el S., aún puedo señalar otro ejemplo aislado, pero tan interesante como los antedichos[34]. Hállase junto al pantano de Carija, cerca de Mérida. Se trata de una cabaña circular (fig. 9), de 5,50 m. de diámetro interior y una altura total, hasta la cúspide de la cónica techumbre, de poco más de 4 m. El alto de las paredes es de 1,80 m.  Sobre el cilindro formado por ellas se alza el colmo de paja o escoba. La única puerta se abre hacia el N., con una anchura de 80 cm. y una altura de 1,80 m., la misma que la de las paredes. Como dintel sirve un simple madero. La pared, de un grosor de 60 cm., está hecha de hormazo enfoscado con un capa de unos 3 cm. de espesor, compuesta de cal y arena, sobre la cual se le dio un enjalbegado de cal. Su interior está enlastrado con lajas de granito, pizarra y unos ladrillos aprovechados, de tal modo que las losas de piedra forman una especie de pasillo o andén que lleva en línea recta de la puerta al hogar, que cae casi en el centro. El ladrillo cubre lo que resta del pavimento. Ya dijimos que la cubrición era cónica y pajiza. Ésta descansa directamente sobre la cresta del muro circular y consta de una armadura de 24 troncos delgados meridianos unidos entre sí por unos listones dispuestos en el sentido de los paralelos. Sobre esta armadura carga el techo de paja o escoba sujeto con varas de mimbre y cuerdas. En la cúspide de este cono hay un tronco de unos 25 cm. de diámetro. Este techo no tiene apoyo o mástil vertical y central como en otros casos, quedando el ámbito interior desembarazado de este eje sostén, pues,  en realidad no era necesario dada la estructura de su techumbre. Traspuesta la entrada, a la izquierda se abre en la pared una pequeña alacena de una profundidad de 35 cm., que alza sobre el suelo 65 cm. Su ancho es de 60 cm., y su altura 75 cm., sin que llegue al borde superior de la pared, cuya cresta corre a unos 20 cm. por encima de la alacena dicha. A la derecha de la entrada, un banco pequeño de piedra de un alto de 50 cm., una longitud de 75 cm. y un saliente de 43. Nos informaron que esta choza fue (estaba ya abandonada) de unos pescadores que sin duda vivían de su industria en el pantano. La choza se construyó hacia 1900 ó 1902. En once años no se renovó el techo sino dos veces. Dentro de su género, es choza redonda más cuidada que conozco, superando en mucho a las descritas líneas arriba y a las que ahora presentaremos.


Fig. 9.- Choza redonda, actual, en las cercanías de Mérida



Fig. 10.- Plano de la choza.


No terminan los testimonios en la excepcional cabaña de Mérida. Siguiendo hacia el S. por la banda occidental de la Península, se han señalado algunos casos más –por supuesto aislados, pero expresivos en grado sumo- de estas construcciones. En la región alentajana de Cacela y Villa Real de San Antonio, en la zona izquierda del Guadiana, hay noticia actual de una espaciosa cabaña de planta elíptica, aislada, como la de Mérida, de todo centro urbano. Divísese  en su interior en varios compartimentos. Otra similar se señaló también el concejo de Moura[35]. Más al S. tenemos aún los ejemplos de las sierra de Caldeirão y de Monchique, Barranco Velho, cerca de Loulé, en la costa algarbeña, en las cercanías de Tovira. Estos chozos sirven hoy de pajares y no se habitan, pero no hace aún mucho tiempo eran realmente habitaciones[36].
Nada sorprendente que, siendo la casa redonda una forma espontánea y viva en el Algarbe, aparezcan también ejemplos aislados en el extremo S. de España. Estos nos los ofrecen las cabañas circulares y rectangulares de juncos y paja que aún se ven la zona de Barbate y de Tarifa[37]. Las paredes son de mampostería mala o de ramas sujetas horizontalmente con otras largas.
Tales testimonios nos inducen a sospechar que la cultura de la casa redonda hubo de tener en la antigüedad una extensión, acaso, mucho mayor de lo que se cree, corriendo desde el N. astur, galaico y portugués (asiento de los castros primitivos) por todo el occidente de la Península hasta su extremo SO. Las supervivencias de estas formas, conservadas a modo de reliquia hasta nuestros propios días, invitan a tomar muy en serio esta suposición. Sin embargo, conviene ser prudente al sacar conclusiones generales.
En efecto, en las líneas que preceden hemos podido probar con testimonios irrecusables que formas tan arcaicas de vida y habitación como la de la casa redonda, están aún en vigor en regiones aisladas, es cierto, pero que salpican de un modo harto significativo todo el Occidente de la Península a ambos lados de la raya fronteriza que separa España de Portugal, que, en éste como en tantos otros aspectos, no separa ni diferencia una población de otra. Mas al constatar esta verdad, surgen algunos problemas. El principal es éste: ¿Son realmente, pervivencias de la casa redonda castreña del NO. De la Península, tan bien conocida hoy –siquiera sea en sus aspectos principales externos- por los castros de Sanfins, Santa Luzia, Briteiros, Santa Tecla, Coaña, Pendia y tantos más que sería ocioso citar? O de otra manera dicho: ¿Se puede aceptar, sin más, que una forma tan primitiva de vivienda haya podido resistir incólume los embates de más de veinte siglos de historia hasta el punto que se halle aún en pie victoriosa? Yo creo que a estas preguntas se debe responder afirmativamente, pues tenemos ejemplos palpables que nos conducen sin hiatus apreciables desde la antigüedad a los tiempos actuales en una concatenación evidentes de casos y ejemplos quer, por añadidura, se presentan precisamente en el mismo medio geográfico y humano.
Pero aún cabe otra pregunta: Las casas más meridionales, las que hoy vemos al S. del Miño, ¡son autóctonas o importadas del N. por una especie de contaminación cultural tardía? Eas ésta una interrogación a la que ya me parece más difícil  responder de un modo taxativo. Los testimonios arqueológicos nos demuestran que ya en la antigüedad el área de propagación de la habitación redonda sobrepasaba con mucho los límites que hace todavía poco se le suponían. Lejos de reducirse al N. de Portugal (desde el Duero), Galicia y el Occidente de Asturias (hasta el Navia), sabemos que se extendió en algún momento hasta el interior de la actual Castilla la Vieja (Soto de Medinilla, Valladolid) y sospechamos que corrió mucho hacia E. a lo largo de la faja cantábrica, según expondré en otra ocasión. Ello justificaría la continuidad del fenómeno a través de veinte siglos en el ángulo del NO. (Cebrero, Ancares, Tormaleo, El Bierzo).
 Pero ¿cómo explicarse estas construcciones redondas actuales en Extremadura, el Alentejo, el Algarbe y Cádiz, donde –al menos hasta lo que hoy sabemos- no hubo antes, en la antigüedad, construcciones habitables redondas? A esta pregunta cabría contestar con una sospecha: la de un posible corrimiento de población norteña, oriunda del área castreña, que, al iniciarse la Reconquista, vendría a repoblar estas zonas occidentales de la Península, llevando consigo y con sus ganados sus formas tradicionales de vida y con ella sus casas redondas pajizas. De haber sido así, tendríamos en este hecho un ejemplo más, sumamente curioso y bien documentado, de una filtración cultural, o mejor de una transculturación subhistórica caraga de formas enraizadas en la más remota prehistoria. Pero la investigación de este posible y probable fenómeno no está ya en manos del arqueólogo o historiador de la antigüedad, sino del medievalista.
Por otra parte, si la fortuna nos deparara un día la sorpresa de hallar un castro primitivo con casas redondas en estas regiones al S. del Tajo o del Guadiana, la dura quedaría resuelta a favor no de una transculturización, sino de una perduración in situ, a través de los siglos, como ocurrió en el ángulo del NO. De la Península, sin que ello excluya, por supuesto, la simultaneidad y colaboración remozadora de repobladores venidos del N. con sus arcaicas formas de vida y vivienda.
ANTONIO GARCÍA BELLIDO













[1] WERNER MÜLLER y GUNTHER VOGEL: Atlas de Arquitectura/1. Alianza Editorial, 1984.

[2] WERNER MÜLLER y GUNTHER VOGEL: Atlas de Arquitectura/1. Alianza Editorial, 1984.
[3] POTHORN, Herbert: Guía práctica de la arquitectura. Anaya, 1993.

[4] MENÉNDEZ PIDAL, Ramón: HISTORA DE ESPAÑA, Tomo I: España prerromana. Espasa-Calpe, 1963.

[5] GARCÍA PERICOT, Luis: HISTORIA DE ESPAÑA, Tomo I: Épocas primitivas y romana. Instituto Gallach de Librería y Ediciones, Barcelona 1963.
[6] BORUT JUVANEC: kamen na kamen. Universidad de Liubliana, 2005.
[7] GONZÁLEZ CORDERO, A., CASTILLO CASTILLO, J. y HERNÁNDEZ LÓPEZ, M.: La secuencia estratigráfica en los yacimientos calcolíticos del área de Plasenzuela (Cáceres).I Jornadas de Prehistoria y Arqueología en Extremadura (1986-1990). Extremadura Arqueológica II, 1991.

[8] GONZÁLEZ CORDERO, A., Orígenes de la vivienda pastoril en Extremadura, La cabaña de la edad del cobre en el yacimiento de Cabrerizas (La Cumbre, Cáceres). ‘Piedras con raíces. La revista de nuestra arquitectura vernácula’, núm. 18, Cáceres, 2006.
[9] MARTÍN SOCAS, D. y CAMALICH MASIEU, Mª. D.: La arquitectura doméstica del eneolítico en la zona meridional de la Península Ibérica. Homenaje al Profesor Martín Almagro Basch, I. Madrid, 1983.
[10] HURTADO PÉREZ, V. y ENRÍQUEZ NAVASCUÉS, J. J. (1991): Excavaciones en Palacio Quemado (Alange, Badajoz). Informe preliminar. Extremadura Arqueológica, II. Mérida, 1991.
[11] HURTADO PÉREZ, V., El asentamiento fortificado de San Blas (Cheles, Badajoz). III milenio AC. Trabajos de Prehistoria, 61, nº 1. Madrid, 2004.
[12] ENRÍQUEZ NAVASCUÉS, J. J.,  RODRÍGUEZ DÍAZ, A. y PAVÓN SOLDEVILLA, I.: El Risco. Excavación de urgencia en Sierra de Fuentes (Cáceres). Memorias de Arqueología Extremeña (MArqEx), 4. Cáceres, 2001.
[13] MARTÍN BRAVO, Ana Mª: Los orígenes de Lusitania. El I mileno a. C. en la Alta Extremadura. Real Academia de la Historia, Madrid 1999.
[14] MARTÍN BRAVO, Ana Mª: Los orígenes de Lusitania… obra cit. anterior.
[15]NAVARRO PALLARES, E., Las pallazas en Asturias, las pallazas  revista ‘Piedras con raíces’, núm. 23, otoño 2008, Cáceres.
[16] GARCÍA BELLIDO, A., Sobre la extensión actual de la casa redonda en la Península Ibérica, Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, Tomo XXIII, 1967.
[17] MARTIN GALINDO, José Luis: Os choçus manhegus, Editora Regional de Extremadura, Mérida 1995.
[18] MUÑOZ  REGADERA, Pablo: Vivienda tradicional en la sierra de El Torno (Chozas, chozos, majadas y chozuelos), El Torno 2005.
[19] Prescindo tanto de las llamadas chozas de pastores como de los hornos, colmenares y construcciones redondas similares, por ser, a mi entender, otra cosa muy distinta de las viviendas propiamente tales, no obstante reconocer un evidente parentesco con la choza de planta redonda habitable. Véase a este respecto F. KRÜGER, Las Brañas. Ein Beitrag zur Geschichte der Rundbauten im asturiscch-portugiesischen Raum: Congresso Nacional de Ciencia da população (Porto, II, 1940) 239 ss. Hay traducción española publicada en el Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, 3 (1949) 41 ss. La referencia concreta aquí aludida en págs.. 64 ss. Para mayor comodidad del lector remitiremos de ahora en  adelante a la versión española, citándola simplemente así: Las Brañas.
[20] A. del castillo, Por las montañas de Cebrero. Las casas del Cebrero. Origen y antigüedada de las «pallazas»: «Boletín de la Real Academia Gallega», 8 (1913) 147 ss., y 9 (1914) 241 ss.; L. CRESPÍ, Contribución al folklore gallego: «Real Sopciedad de Historia Natural», 4 (1929) 5 ss. ; E. GARCÍA MERCADAL, La casa popular en España (Madrid 1930) 18 ss. ; FREHERR VON RICHT OFEN, Zur Bearbeitungder vorgeschichtlichen und neuren kleinen Rundbauten der Pyrenaeehalbinsel: «Homenagem a Martins Sarmentio» (Guimarães 1938) 332 ss. ; F. KRÜGER, Las Brañas Para Mellid véase V. RISCO, Terra de Melide (Santiago de Compostela 1933) 329 y 331.
[21] Epistolari Español, en la «Biblioteca de Autores Españoles de Ribadeneira», LXII, 303.
[22] F. KRÜGER, Las Brañas, passim.
[23] J. LORENZO FERNÁNDEZ, Antiguas habitaciones de pastores en la Sierra del Leboreiro; CEG 7 (1947) 341 ss.
[24] Diccionario 9 (1847) 262.
[25] M. LEGENDRE, Las Hurdes; L. TORRES BALBÁS, La choza jurdana: «Folklore Español» (Barcelona 1933) III.
[26] J. DIAS, Las construcciones circulares del NO. De la península Ibérica y las citanias; CEG 6 (1946) 178 ss.; IDEM, Constucções circulares no litoral portugués:«Trabalhos de Antropología e Etnografía», 11 (1946) 192 ss.; IDEM, Las chozas de los Cabeçudos y las construcciones circulares de las citanias españolas y portuguesas: AEArq 21 (1948) 164 ss.; IDEM, O problema da reconstrucção das casas redondas castrejas: «Trabalhos de Antropología e Etnografía», 12 (1949); IDEM, Contribution to the study of primitive habitation: «Compte rendu du XVI Congrès International de Géographie, Lisbonne 1949» (Lisboa 1951) 107 ss.
[27] Lo puede medir, estudiar y fotografiar en mayo de 1965 con la eficaz ayuda del abogado placentino D. A, Sánchez Paredes.
[28] Debo noticias y fotografía a la amable colaboración de D. J. P. Martins Barata.
[29] Debo su conocimiento al ya citado Sr. Sánchez Paredes, con el que los vi y estudié en la misma ocasión.
[30] Es curioso ver coincidir formas tan arcaicas de vida y habitación con recipientes de plástico y aparatos de radio.
[31] Para estos dos últimos testimonios, véase J. CORCHÓN, El Campo Arañuelo (Madrid 1963) 141 ss.
[32] O. SCHMIEDER, Die Sierra de Gredos (Erlangen 1915) 2. Folklore y costumbres de España III 151: Chozo de Prado Puerto, Ávila. No estoy seguro de si las construcciones citadas son realmente habitaciones o bien corrales redondos como los que se ven con frecuencia en la provincia de Cáceres lindando con Ávila, y en esta misma provincia también.
[33] Falta aún mucho por hacer en este estudio. Un ejemplo es la interesantísima aldea de casas redondas cuya fotografía publicó en 1921 K. HIELSCHER (Das unbekannte Spanien, fig. 88), que reproducimos aquí en nuestra figura 8. Pese a las insistentes gestiones hechas por mí para ubicarla y estudiarla, no me han podido dar razón de ella. Cabe la posibilidad de que desde entonces haya sido abandonada.
[34] Me salió al paso inesperadamente con ocasión de un viaje de estudio a Mérida con mis alumnos de Arqueología clásica de la Universidad de Madrid en mayo de 1944.
[35] A. VIANA, Cabaña alentejana de tradição préhistorica: «Notas históricas, arqueológicas e etnográficas do Baixo Alentejo» (beja 1958) 40 ss.
[36] Para las construcciones circulares de Monte Cimbral, al N. de Tavira, véase KRÜGER, Las Brañas, 86 n. 73 de la versión española que recoge notas inéditas de H. Lautensach. J. DIAS, O problema, etc., y Contribución, etc., ambos citados en notas precedentes. 
[37] L. TORRES BALBÁS, Las chozas de la zona de Tarifa y Barbate: «Folklore y costumbres de España» III (1933) 197 ss.

No hay comentarios: